La comprención no es algo que abunde en esta casa ultimamente.
El sofocante silencio que debe uno mantener para no caer en la guerra.
La disputa entre la madre y la hija, pelea y choques que aparecieron desde que la pequeña tuvo uso de razón. Desde la niñees que perdió, la responsabilidad que le impusieron de un día para el otro con tareas y encierro.
Cuando baja la cabeza para someterse a las miradas reprochadoras de su tutora, su corazón derrama lágrimas de sangre. Las pequeñas gotas azules comienzan a indundarle el pecho. La ira se transforma en tristeza cuando se muerde la lengua para que no marquen sus mejillas de un tono rojo carmín.
Y así las lágrimas recorren sus cachetes que se empapan de agua salada del mar que es su pecho.
Atentamente, la sometida.
PD:Quizás algún día la revolucionaria.
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